Llevo varias semanas desaparecida, con entradas programadas (algunas han hecho acto de presencia de manera inoportuna, como la de la quiche de Whole Kitchen que salió un día por las buenas, dos semanas antes de plazo) y con otra que blogger se engulló completamente y eso me desmoralizó tanto que hasta hoy no me he sentado a reescribirla. Eso sí, en un documento fuera de blogger, para que no me vuelva a ocurrir lo mismo. Querida Blo, cómo me acordé de ti y de tu fantástico post de los zapallitos rellenos cuando entré en blogger para recuperar mi post y vi que quedaban sólo las fotos y que el texto había volado!
Quien quiera ir a la receta de hoy, puede darle al ratón hasta pasar la siguiente foto, porque lo que viene ahora son desvaríos personales varios que quería compartir pero comprendo que no os interesen a la inmensa mayoría.
Últimamente estoy bajo mínimos en cuanto a publicación y de momento va a seguir siendo así. Tengo dos compromisos adquiridos para publicar artículos en la sección Food Talk de las Daring Bakers de aquí a final de año y los voy a mantener, pero en cuanto al resto de cosas en las que hasta ahora participaba regularmente, a partir de ahora quizá no las deje del todo pero sí voy a ir un poco a mi aire. He cambiado de lugar de trabajo (no de empresa, sólo de ubicación) y eso implica levantarme todos los días a las 5.30 y volver a mi casa mucho más tarde que antes, con lo que tengo muy poco tiempo para pasar con mi hija hasta que ella se duerme, y cuando ella, que para eso es pelín rebelde, por fin se duerme... en fin, ya sirvo para poco: apenas algo de tele, hojear algún libro de cocina maravilloso, leer unas cuantas páginas del libro de turno (porque no sólo de literatura gastronómica vive el food blogger) y dormirme agotada, o sea, nada de tiempo para cocinar durante la semana. Y el fin de semana siempre hay cosas atrasadas que hacer, algunas quizá no tan gratificantes como cocinar platos largos y complicados de los que me gustan, pero casi siempre son cosas más urgentes e importantes que encerrarme a trastear en la cocina, así que voy a bajar un poco el ritmo. Sé que mi ritmo es ridículamente lento en comparación con el de otros bloggers, pero aún así a mí me ha supuesto un esfuerzo enorme publicar una o dos veces por semana como había estado haciendo én los últimos meses. También me ha supuesto un esfuerzo enorme presentarme a todos los concursos en los que he tomado parte últimamente, con resultados desastrosos puesto que lo único que he conseguido es ser finalista en el concurso de cupcakes de Davinia. Y como no me gusta pedirle votos a nadie (porque confieso que tampoco me gusta que me lo pidáis a mí, queda dicho y espero que nadie se ofenda) no lo hice. Pienso que si lo que hago gusta, genial, pero si tengo que promocionarlo entonces ya no me interesa. No sé si el resultado hubiera sido diferente en caso de haber pedido a la gente que me votara, pero ni me lo planteo. En algunos casos mi experiencia en concursos ha sido decididamente negativa, no voy a dar nombres (y da igual porque la persona en cuestión no forma parte de "nuestro" grupo de bloggers españoles, que nadie se sienta aludido) pero me ha dolido muchísimo presentar una receta a un concurso, tomándome incluso la molestia de traducirla para que los lectores de esta persona no tuvieran ninguna dificultad en leerla y valorarla, para que al final esta persona ni siquiera me acusara recibo de mi participación en el concurso. Y no es el único caso en el que he salido "escaldada" de un concurso últimamente, de otros casos prefiero directamente ni hablar porque sé que más de uno se ofendería, sólo diré que me he desengañado muchísimo de los concursos en general así que he tomado la decisión de no volver a participar en ninguno, al menos en lo que queda de año. Prefiero dedicar mi escaso tiempo a poner en práctica recetas de las que siempre tengo pendientes y que van quedando relegadas por falta de tiempo, hacer sencillamente lo que me apetece sin sentirme obligada a nada. Sin la presión que supone tener que hacer una preparación corriendo, muchas veces de noche, sin luz ni medios para fotografiarla como Dios manda. Sin la frustración que suponía ver publicada antes por otra persona una receta que tengo pendiente desde hace siglos, una receta para la cual a lo mejor incluso me he comprado expresamente algún cacharro que aún ni siquiera he tenido tiempo de sacar de su caja. Últimamente me he dado cuenta de que estaba demasiado obsesionada con publicar las cosas que "tenía" que publicar, siempre corriendo, sin disfrutar lo que hacía, sólo pensando en la foto y en escribir la receta para subir el post de turno. Y después de unos días de tomar distancia del blog a causa de mi nueva dinámica cotidiana, me he dado cuenta de que esta distancia me ha hecho bien, me ha hecho relativizar la importancia y la urgencia de determinadas cosas, y me ha ayudado a darme cuenta de que si el blog me hace llegar a tal grado de estrés, preocupación y frustración, entonces no estoy enfocándolo como debería. Mi blog no tenía que ser una obligación, lo concebí como un lugar para dar rienda suelta a mi pasión de cocinar pero también como un refugio, un remanso de tranquilidad donde evadirme del estrés cotidiano. Desde luego no tenía que ser otra fuente de estrés, de eso ya voy sobrada. Espero que mis comentarios no molesten a nadie, si es así lo lamento pero necesitaba contarlo. Y ahora la receta.
Este bundt nació de la improvisación. En teoría debería haber sido un bundt de coco que seguiría fielmente la estupenda receta de Sweet180º, pero un fatídico accidente (que contaré en otra ocasión, cuando pueda hacer la receta original) con cierta botella de un riquísimo jarabe concentrado de coco lo impidió.
Ingredientes:
3 tazas de harina
1 cucharadita de polvo de hornear
1/2 cucharadita de sal 250 gr. de mantequilla (temperatura ambiente)
2 1/2 tazas de azúcar
6 huevos
1 cucharadita de extracto de vainilla
2 cucharadas soperas de ron añejo
1 de taza de leche de coco (sin azúcar)
175 grs de pepitas de chocolate (yo no tenía y le puse chocolate de cobertura cortado en trozos, pero es mejor usar gotas o pepitas)
Preparación: Precalentamos el horno a 180º y engrasamos un molde de bundt o de rosco. Tamizamos la harina, el polvo de hornear y la sal y reservamos. Mezclamos la leche de coco con el ron y el extracto de vainilla y reservamos. Cortamos el chocolate en trozos pequeños y... pues claro, reservamos!
Metemos la mantequilla en nuestro robot o amasadora y la batimos a velocidad media con el azúcar hasta que la mezcla esté blanca y muy cremosa. Añadimos la leche de coco y seguimos batiendo hasta que esté perfectamente integrada. Batimos ligeramente los huevos en una jarra para incorporarlos poco a poco a la masa. Lo haremos en un chorro fino, como si estuviéramos incorporando el aceite a una mahonesa.
Añadimos ahora los ingredientes secos, bajando la velocidad. Los incorporaremos en 3-4 veces alternando con la mezcla de leche de coco, ron y vainilla.
Fuera del robot, añadimos los trozos de chocolate mezclando con una espátula para que se distribuyan uniformemente por toda la masa.
Volcamos la masa en el molde, la dejamos caer un par de veces suave pero decididamente sobre la encimera protegida con un paño de cocina y pinchamos con una brocheta posibles burbujas que nos hayan quedado en la superficie.
Horneamos durante 1 hora y 5 minutos, o hasta que esté ligeramente dorado y un palillo insertado en el centro salga completamente seco.