Tiro la toalla: después de una semana intentando que mi masa madre prosperara no me ha quedado más remedio que aceptar que ha sido colonizada por los bichitos equivocados, y no me podía ir a la cama tranquila dejando en mi cocina una forma de vida no identificada, así que he tenido que tirarla. De momento seguiré haciendo pan con levadura industrial hasta que la primavera haga de mi cocina un habitat más acogedor para esos bichitos que de momento no quieren aparecer.
Últimamente tengo siempre "mono" de hacer pan pero no el tiempo necesario, lo más que he conseguido es hacer una focaccia la semana pasada, pero si fuera por mí lo prepararía a diario. Me encanta amasar a mano, no tengo máquina de hacer pan pero no sé si me gustaría perderme el placer de trabajar la masa, ir viendo cómo leva, sentir ese perfume intenso y maravilloso que invade la cocina y sus alrededores...
Últimamente tengo siempre "mono" de hacer pan pero no el tiempo necesario, lo más que he conseguido es hacer una focaccia la semana pasada, pero si fuera por mí lo prepararía a diario. Me encanta amasar a mano, no tengo máquina de hacer pan pero no sé si me gustaría perderme el placer de trabajar la masa, ir viendo cómo leva, sentir ese perfume intenso y maravilloso que invade la cocina y sus alrededores...
"Esta noche,
como muchas sin amante,
voy a hacer pan
hundiendo mis nudillos
en la masa suave."
Haiku de Patricia Donegan
Este haiku es de un libro que leí hace 10 años y que ahora estoy releyendo: Afrodita, de Isabel Allende.
Para quien no lo haya leído, es un texto que se mueve entre lo culinario, lo erótico y lo disparatado, habla del poder sensorial de la comida y de la influencia que ésta ejerce sobre nuestras vidas.
Transcribo a continuación un par de párrafos del libro en los que Isabel allende habla del pan "la pasión de hacer pan". Los dedico a todos los que sentís esa pasión y especialmente a Paula (Con las zarpas en la masa) , Silvia (Y sigo en la cocina) , Elvira (Los cerezos en flor) ,Vanesuky (Vanesuky entre fogones), Laura (Tentaciones) que recientemente han fundado un grupo llamado "Al olor del pan" y el tercer jueves de cada mes hornean una receta, obviamente siempre de pan. Buen fin de semana a todos.
“No recomiendo hacer pan, puede convertirse en una pasión peligrosa. (…) Como la poesía, el pan es una vocación algo melancólica, cuyo primordial requisito es tiempo libre para el alma. El poeta y el panadero son hermanos en la esencial tarea de alimentar al mundo. (…)La gente que necesita experimentar todo, aunque sea una sola vez, tarde o temprano cae en la tentación de hacer pan. (…) En un cuento de Maupassant, la joven sirvienta de una casa burguesa va con su canasto bajo el brazo a comprar el pan de cada mañana. Por un ventanuco espía al joven panadero amasando y se lleva consigo la imagen de sus anchas espaldas, sus brazos poderosos, y esas manos sensuales sobando y sobando la masa con determinación de amante. Y como es cuento de amor, su fantasía se cumple con creces. La vista de uno de esos grandes panes campesinos me trae el inevitable recuerdo del panadero de Maupassant y sus manos en la masa… (…) Hay manos y manos: unas pesadas y torpes, otras pequeñas y fuertes, otras grandes y gentiles, pero para hacer pan y para hacer el amor, lo que importa es la intención que guía la mano.
"Recuerdo la cocina de un convento de Bruselas, donde presencié, reverente, la misteriosa cópula de la levadura, la harina y el agua. Una monja sin hábito, con las espaldas de un cargador de muelles y las manos delicadas de una bailarina, preparaba el pan en moldes redondos y rectangulares, los cubría con un paño blanco mil veces lavado y vuelto a lavar, y los dejaba reposar junto a la ventana, sobre un mesón de madrea medieval. Mientras ella trabajaba, en otro extremo de la cocina se producía el sencillo milagro cotidiano de la harina y la poesía, el contenido de los moldes cobraba vida y un proceso lento y sensual se desarrollaba bajo esas blancas servilletas que, como sábanas discretas, cubrían la desnudez de sus hogazas. La masa cruda se hinchaba en suspiros secretos, se movía suavemente, palpitaba como cuerpo de mujer en la entrega del amor. El olor ácido de la masa en fermento se mezclaba con el aliento intenso y vigoroso de los panes recién horneados. Y yo, sentada sobre un banquillo de penitente, en un rincón oscuro de esa vasta habitación de piedra, inmersa en el calor y la fragancia de aquel misterioso proceso, lloraba sin saber por qué…”