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Puerto de Anzio |
1 El
regreso.
Hola a
todos, ya estoy de vuelta! Me parece mentira que ya se estén acabando las
vacaciones. El lunes vuelvo al trabajo y ya estoy pensando en los próximos
puentes y en cuándo cogeré los días que me he dejado pendientes, es la única
forma de sobrevivir a la vuelta, verdad?
2
Reflexiones.
He
echado de menos el blog y todo lo que conlleva, pero me ha venido muy bien
desconectar porque además de descansar he decidido que definitivamente… no dejo
el blog. Mis reflexiones al respecto durante este verano han ido más o menos
así:
No
tengo tiempo de leer a diario y comentar los blogs que me interesan, ni para
estar al día de las novedades, ni para participar en concursos, ni en los
eventos mensuales en los que antes tomaba parte. Pero haré lo que pueda y a mi
ritmo porque tener este blog me aporta muchas cosas buenas a las que no estoy
dispuesta a renunciar.
No
tengo presupuesto de momento para hacerme con un equipo fotográfico mínimo,
pero seguiré encomendándome a mi I phone y bailando la danza de la no lluvia el
día que tenga que hacer fotos, porque aunque mis fotos no sean las mejores del
mundo me gusta compartir las recetas que voy descubriendo y porque así las voy
recopilando, cosa que estoy segura de que no haría si no me “obligara” a
publicarlas en el blog.
No soy
ni mucho menos la food blogger más popular, ni la de más talento e imaginación, ni
por supuesto la más mediática, sobre todo porque en los últimos tiempos he
estado bastante ermitaña y claro, así no te vuelves precisamente popular
(Tampoco lo busco) Pero me gusta aportar mi granito de arena y voy a seguir
haciéndolo en la medida de mis posibilidades.
3 Intenciones
Cada
mes de septiembre siento como si empezara un nuevo curso, es increíble que
después de tantos años sin estudiar aún siga teniendo esa sensación pero así
es. Y esto es lo que me propongo hacer con mi blog de cara al nuevo curso.
Intentaré
publicar una receta a la semana, y siempre que no surjan imprevistos mi día de
publicacióna partir de ahora será el lunes.
Intentaré
visitar y comentar más vuestros blogs pero no puedo prometer que contestaré
inmediatamente los comentarios que me dejéis, así que os pido paciencia y
comprensión.
He
creado una página para el blog en Facebook. Así separaré los desvaríos
personales de los gastronómicos. No estoy muy familiarizada con el
funcionamiento pero espero irme enterando sobre la marcha. Os dejo el link,
podéis seguirme pinchando en “me gusta”: http://www.facebook.com/fabsfood
4
Recuerdos del verano.
Este ha
sido un verano extraño, con cosas positivas y también negativas. De las
negativas no tengo intención de hablar aquí, porque no es el lugar apropiado y
no tengo intención de recrearme en ellas, así que me centraré en las positivas,
y de todas me quedo sin lugar a dudas con la semana que pasé en Italia. Llevaba
dos años sin ir y me apetecía muchísimo, pero es que además mi hija se pasó
todo el invierno pidiéndome que la llevara “a la playa, a casa de la tía
Laura.” Así que la playa de Lavinio y la posibilidad de estar unos días con mi
familia italiana fueron el sueño que me acompañó en los meses de más frío del
invierno y estoy feliz de que el sueño se haya cumplido.
Algunos
recordaréis que durante esa semana fue el cumpleaños de mi amiga Laura y yo iba
a hacerle dos tartas para la celebración. No parecía algo difícil, verdad? Y
sin embargo todo me salió al revés.
En
primer lugar porque empecé a trabajar mucho más tarde de lo que pensaba. Quería
haber dejado hechos los bizcochos para las dos tartas un par de días antes y
también modelar todas las figuras de pasta de goma para decorarlas. Pero lo
dejé todo para el último momento y no empecé hasta la tarde anterior. Mientras
modelaba figuritas por la tarde pensé: “Bueno, no es tan grave, dejo las
figuras listas, esta noche hago los bizcochos y mañana por la mañana monto
todo.”
Pero no
fue tan fácil ni tan rápido, no.
No
terminé las figuras esa tarde, y no empecé a hacer las tartas hasta que se
durmió mi hija, lo que ocurrió poco después de las 11 de la noche. Bajé a la
cocina, me puse a la tarea y a las 12 ya tenía en el horno 3 moldes de 20 cm
con bizcocho de almendras y aceite de oliva. Me dije: “Bien, esto marcha.” Y
mientras se horneaban hice la masa de otro layer, éste de buttermilk al cacao.
Cuando
me sonó el timer y fui a ver los primeros bizcochos me pareció que estaban algo
blancuchos por encima, pero como estaban muy inflados no le di importancia, al
fin y al cabo había que nivelarlos de todas maneras.
Así que
los saqué, metí el bizcocho de cacao en el horno y volví a poner el timer
mientras recogía la cacharrería que había ensuciado.
Cuando
volvió a sonar el timer y fui a ver el bizcocho de chocolate casi me desmayo.
La masa estaba exactamente igual de líquida que cuando la eché en los moldes.
Sólo entonces se me encendió la bombilla y comprendí lo que había pasado. El
horno era de gas. Lleva bombona. La bombona había elegido precisamente esa
noche para terminarse.
Con una
sospecha atroz en la mente fui corriendo a darles la vuelta a los primeros
bizcochos (Sólo les había quitado el aro para que no sudaran) y la sospecha se
confirmó. Crudos. Llenos de cráteres por dentro. El último gas que quedaba en
la bombona bastó para inflarlos en un primer momento pero no para cocerlos del
todo.
Era la
una de la mañana, yo estaba exhausta y no tenía fuerzas ni siquiera para
enfadarme, sólo sentía una gran frustración y unas enormes ganas de llorar, así
que lo único que hice fue dejarle una nota a Laura avisándole de lo que había
ocurrido para que la viese antes de irse a trabajar.
Cuando
me levanté la llamé para felicitarla y se puso super triste por lo que me había
pasado. Me dijo que tenía que haberla despertado para que me cambiara la bombona.
Sí, claro, en eso estaba yo pensando precisamente! El caso es que se me ocurrió
comprar un bizcocho hecho, aunque fuera del super, pero la solución vino de la
mano de la madre de Laura, que se recorrió todas las pastelerías de la zona
hasta que encontró una donde le hicieron un bizcocho en el momento.
Maravilloso, esponjoso, perfumado, 28 cm de diámetro y casi 8 cm de alto. Decidí
hacer con él “la” tarta, abandonando la idea de dos tartas que ya me iban a
resultar imposibles de hacer. Lo corté con mucho cuidado en 3 capas (Sólo
habría faltado que lo estropeara al cortarlo!), lo mojé con almíbar de cacao,
lo rellené de nata aromatizada con vainilla y lo cubrí de fondant.
La idea
inicial era que una tarta fuera de chocolate con buttermilk de chocolate
decorada con flores, y la otra de fondant azul con una chica tomando el sol en
una colchoneta. Por encima del fondant azul irían unas olas hechas en royal
icing y a los lados de la tarta unas palmeras. Como no me daba tiempo a modelar
tanto (Además de la tarta tenía que cocinar otras cosas para la cena) y tenía
unas flores que eran parte de la decoración de la otra tarta que tenía
prevista, se me ocurrió pintarrajear el fondant blanco de verde (Y cuando digo
pintarrajear lo digo en el sentido literal de la expresión, puesto que me llevó
unos 3 minutos) como si fuera hierba y así de paso poder usar las flores. Y éste
fue el resultado. Visto en foto la verdad es bastante espantoso, juro que en
vivo y a la luz del día tenía mejor aspecto, pero a mi amiga le gustó muchísimo
y eso es lo que cuenta. Después de tantas dificultades, tantas prisas, agobio y
frustración, lo que me pasó con el horno fue la anécdota del cumpleaños, todo
el mundo se enteró, todo el mundo me preguntaba y se compadecía, y al final
terminé riéndome de ello. Qué iba a hacer si no?
No os
enseño la tarta entera porque he recortado el trozo con las velas para que no
se vea su edad, no sea que Laura lea este post y se me enfade!
Y
bueno, esto es todo de momento. El lunes empezaré a publicar recetas, hoy sólo
quería saludar y desearos a los que estéis por aquí un buen fin de semana. Yo voy a ver si aprovecho estos últimos días de vacaciones para buscar un trébol de cuatro hojas que me traiga suerte para el próximo curso. Sed
felices.