Lavinio (Roma), bajada a la playa Se acaban las vacaciones. Como siempre, se han pasado en un abrir y cerrar de ojos, y como siempre me quedo con las ganas de haber hecho miles de cosas que tenía planificadas y no va a poder ser. Podría hacer más renunciando a pasar tiempo con mi hija pero... por muchas cosas que tenga que hacer ninguna es ni de lejos tan importante como ella.
Lo bueno es que he cocinado muchísimo, y casi no he hecho dulces, con dos o tres excepciones. Entre ellas una crostata de albaricoques que saldó una discusión durante nuestro primer desayuno en Lavinio.
Y es que la madre de Laura había hecho lo que ella llama "mermelada de albaricoque" y que el resto del mundo llamamos "albaricoques en almíbar." Yo me río mucho con ella, es tan impaciente que no es capaz ni de picar la fruta en trozos ni de cocerla el tiempo suficiente para que espese. Así que mi amigo Massimo estaba diciendo que de mermelada nada, que era una conserva y punto. A mí se me ocurrió decir que para una crostata estaba bien y Laura, que en ese momento estaba en otra conversación, me dijo "Perfecto, pues la haces mañana." Y así fue. Estuvo a punto de quemárseme porque no domino los hornos de gas, estoy acostumbrada a mi horno eléctrico (inmenso de tamaño y que tarda en calentar) y se me quemaron algunas de las tiritas, y no quedó muy estética porque en molde rectangular es difícil y más con ese tamaño, pero de sabor y textura quedó estupenda. Aquí la tenéis, probablemente la crostata más grande que haré jamás. El relleno es crema inglesa y, cómo no, los famosos albaricoques en conserva.
Crostata di albicocche e crema inglese La calle de mi amiga Laura
Los días en la playa con mis amigos fueron maravillosos, apesar de que yo estuve bastante nerviosa porque mi pequeñaja estaba demasiado alterada por tanta novedad (sobre todo fascinada por la hija pequeña de mi amiga, de 4 años) y se puso muy rebelde, lo que me hizo perder los nervios en más de una ocasión, aunque hasta en eso mis amigos han sido maravillosos y comprensivos y lejos de quejarse me han ayudado muchísimo con su cariño y sus consejos. La vuelta para mí fue muy dolorosa, sentía que hubiera necesitado más tiempo para compensarles por los malos ratos que pude causarles, y me hubiera encantado poder hablar más con Laura, pero ella tiene cuatro hijas y yo... una que vale por cuatro!
Todas las casas están llenas de flores maravillosas
A pesar de todo me han dicho que deberíamos volver para celebrar los cumpleaños de sus hijas mayores (cumplen 17) y de Bianca (3) porque es el mismo día. Si no se arrepienten y para entonces puedo permitírmelo, creo que me concederé una segunda oportunidad de viajar sola con Bianca, cosa más bien complicada, y cualquiera que haya ido en avión solo/a con un/a pequeñajo/a de esta edad estará de acuerdo conmigo en que no es tarea fácil.
Mi hija Bianca martirizando a un par de tortugas... que espero sigan vivas!
Os ahorraré el relato detallado del viaje, os dejo una anécdota de la vuelta que resume perfectamente el carácter voluble e inconformista de mi angelote.
Es la segunda vez en su corta vida que viaja en avión, pero de la primera no se acordaba porque tenía sólo 9 meses. En aquella ocasión se portó fenomenal, sólo lloró un poco en el viaje de ida hasta que consiguió dormirse y a la vuelta durmió todo el tiempo y ni nos enteramos de que viajábamos con un bebé.
Pero en esta ocasión el bebé ya no era tal, sino, en palabras de su tío, una señorita "con un par de cascabeles bien puestos." A la ida la tuve bastante entretenida dibujando y jugando con sus muñequitos, pero a la vuelta, desde que nos instalamos en nuestros asientos, empezó a gritar a todo pulmón "Quiero bajar del avión!" Todo el que pasaba se reía de la ocurrencia pero yo lloraba por dentro porque veía lo que se me avecinaba... y no me equivoqué. Los gritos iban in crescendo, las azafatas me sugerían que me levantara del asiento y me la llevara a la parte de atrás del avión con ella, le dieron papel y lápices de colores y hasta le trajeron galletitas (intento amable de aplacarla pero inútil dado que mi hija no prueba un dulce ni por equivocación) pero ella siguió con sus alaridos y manotazos (me derramó un brik de leche en la entrepierna, pensad con qué aspecto deplorable terminé bajándome del avión) Hasta que el cansancio la venció y se durmió en mis brazos, con lo que el resto del viaje transcurrió plácidamente con la única molestia de la parálisis que aquejaba mi espalda, cuello y brazos, porque me daba pánico moverme y que se despertara.
En fin, llegamos a Barajas, aterrizamos sin contratiempos, me hacen esperar veinte minutos dentro del finger para entregarme su cochecito, la meto en él, le pongo en cinturón, me pongo en marcha hacia la salida y Bianca me dice "Mami, cogemos otro avión?"
No sabía si reírme o llorar, y opté por reír.
No sabía si matarla o comérmela a besos, y elegí la segunda posibilidad. Qué hubiérias hecho en mi lugar?
Dentro de unos días empiezo a publicar los frutos de mis horas a los fogones durante las vacaciones. Y dentro de nada a cambiar el chip italiano por el mexicano, que el concurso de Paco espera!
Perdonad que no me pase aún por vuestras cocinas, empezaré la "tourné" en breve. Os echo de menos pero quiero aprovechar al máximo la última semana de vacaciones. Os veo a partir del 30 de agosto. Un abrazo para todos.