Soy una mujer de palabra: Siempre cumplo mis
amenazas, por lo que, tal y como adelanté en mi anterior post, aquí está mi
receta para #cocinaunasonrisa, el concurso que el gato chef ha convocado para
celebrar su tercer cumpleblog y cuyas bases podéis ver aquí
Si no os apetece leer la historia, podéis ir
directamente a la receta, pero como dice Manu, lo de mirar fotos en diagonal y
no leerse el post no está bien :-))))
“Miro el reloj. Son poco más de las cinco y
media de la tarde. Me he duchado y me he puesto un vestido largo y fresco. Me
invitaron a subir a las seis, así que me siento en el porche de casa a fumarme
un cigarro mientras un sol rosa y naranja empieza a bajar al encuentro de la
colina. Ha sido un día tibio y despejado de finales de verano que ya trae en el
aire algo de olor a otoño.
Miro el valle, y a lo lejos se distinguen las
torres de San Gimignano. Sonrío recordando que en la Edad Media la llamaban “la
ciudad de las cien torres.” La imaginación era fértil y poderosa en una época
en que no había tecnología ni testimonios para contradecirla: En realidad llegaron
a ser setenta y dos y ahora sólo quedan quince. Las conté muchas veces en mis
paseos de domingo y tuve la suerte de ver una ópera sentada a los pies de una
de ellas. Pero ésa es otra historia…
Hora de subir. Llamo a la puerta, Zahira me
abre con una sonrisa y entro al salón-cocina-cuarto de juegos. Los niños se
abalanzan encima de mí como siempre, peleándose por tener mi atención. Khaled
tiene casi 3 años, el pelo oscuro y rizado, ojos negros, pestañas infinitas, y
es un pequeño torbellino. Fedua tiene 5 años y es más juiciosa, toda una
señorita de pelo castaño rojizo y ojos enigmáticos que ahora, imagino, ya estarán
rompiendo corazones.
Yo juego con Fedua y Khaled pero intento
enterarme de lo que ocurre en una cocina donde Zahira parece multiplicarse y
dividirse continuamente a lo largo de los fogones. De la olla donde está
guisando cordero con verduras se desprende un olor que no es de este mundo, y
ahora, mientras hierve el agua para la cuscusera, pone música y me enseña a
bailar Shikat. Yo me esfuerzo en imitarla y acabo agotada, mientras ella y los
niños aplauden entusiasmados.
Zahira me enseña a preparar el cous cous en
todas sus etapas, es un ritual fascinante que termina mezclándole a la sémola
unas cucharadas de zebda, una mantequilla marroquí de sabor muy particular y
que no he vuelto a probar desde entonces. Ella me hace participar en cada fase
y aunque a veces siento que el cous cous me quema las manos, aguanto para no
quedar como una blandengue. Quiero ser como ella, que parece tener las manos de
amianto.
Sólo falta que llegue Mustafá para que nos
sentemos a cenar y yo estoy desfalleciendo con tantos olores irresistibles que
inundan por completo la casa. Para hacer tiempo Zahira me enseña fotos de su
boda y me promete que un día me tatuará las manos y las brazos con henna roja.
Por fin llega Mustafá y nos sentamos a cenar.
Muy pacientemente él intenta enseñarme a formar bolitas con la comida igual que
hacen ellos, pero por más que lo intento no consigo que no se desintegren antes
de llevármelas a la boca, provocando las carcajadas de todos. Cuando ya estoy
medio tapizada de comida, Mustafá y Zahira se guiñan un ojo y ella se levanta y
me trae una cuchara que agradezco de manera entusiasta mientras todos seguimos
riéndonos de mi torpeza occidental. Zahira le dice algo a Mustafá y los cuatro
se ríen aún más: Al parecer le ha contado a Mustafá mis progresos con la danza del
vientre y han decidido que soy un buen partido para el hermano de Mustafá, que
en breve piensa irse a vivir a Italia como ellos.
La cena termina con un té de hierbabuena que Mustafá
nos sirve en una preciosa tetera de plata. Me despido de mis anfitriones dándoles
las gracias por haberme abierto las puertas de su casa y por ofrecerme ese
banquete. Cuando vuelvo a mi casa ya de noche, vuelvo a sentarme en el porche y
mientras me fumo otro cigarro miro el cielo negro tachonado de estrellas. Nunca
había visto tantas, ni con tanta nitidez, antes de irme a vivir allí. Y nunca
las he vuelto a ver. Me voy a dormir aún sonriendo después de una tarde tan
especial.Han pasado muchos años desde aquella tarde feliz. No todo fueron risas mientras viví en la Toscana, pero cuando cierro los ojos y pienso en esa época son éstos los recuerdos que me gusta revivir: Los que me llenan el corazón de paz. Y hasta hoy, siempre que preparo cous cous, aunque mi receta no se parezca ni le llegue a la de Zahira a la suela de los zapatos, siento ese sol tibio, oigo las risas de Fedua y Khaled… Y en mis labios se dibuja una gran sonrisa.
P.S. Aunque el tabaco forme parte de esta
narración, hace diez años que no fumo. Las autoridades sanitarias y esta
blogger advierten de que fumar mata. Estáis avisados.
P.P.S. Desde aquella tarde en la cocina de
Zahira, nunca he vuelto a preparar cous cous a la manera tradicional. Es de las
pocas cosas en las que transijo con lo precocinado.
P.P.P.S. Nunca llegué a conocer al hermano de
Mustafá :-)
Cous cous con verduras y albóndigas de
cordero
500 grs de carne de cordero picada
2 rebanadas gruesas de pan duro
50 ml de leche
1 1/2 cucharaditas de harissa
2 cebolletas medianas
500 grs de pimientos verdes
200 grs de cous cous
200 ml de caldo de verduras o de agua
Sal
AOVE
Mantequilla
Un puñado de pasas de uva
Unos cuantos piñones tostados (Según gusto
personal y presupuesto)
Remojamos el pan en la leche y esperamos
hasta que la haya absorbido por completo.
Mezclamos la carne picada con el pan
remojado, la harissa y una pizca de sal. Dejamos macerar durante 1 hora en el
frigorífico y formamos las albóndigas que freiremos en abundante aceite caliente
hasta que estén bien doradas. Las colocamos en un plato o fuente forrado con
papel de cocina y reservamos.
Cortamos las cebollas y los pimientos en
juliana y los sofreímos a fuego suave para que se doren sin quemarse. Apartamos
del fuego y reservamos.
Preparamos el cous cous siguiendo las
instrucciones del envase. La forma de preparación puede variar ligeramente
dependiendo del fabricante. En general se usa el mismo volumen de cous cous que
de líquido y se prepara añadiendo el agua hirviendo a la sémola, removiendo
ligeramente y dejando reposar unos 3 minutos o hasta que el líquido se haya
absorbido completamente. Le añadimos unos 10 grs de mantequilla y removemos
suavemente.
Para servir: Colocamos el cous cous en una
fuente, a continuación las verduras, después las albóndigas y esparcimos por
encima algunas pasas de uva y piñones tostados.
Fuente: Fabsfood
6 comentarios:
Una historia de novela, parece que estoy leyendo un libro, eres una gran narradora y una gran cocinera, menudo plato y que recuerdos. Besos.
Te leí añoche, porque fue añoche sí, aunque venga a comentar de día y me quede con un regustillo más bueno... vaya que me ha gustado mil esta entrada. Y más aún que haga 10 años que no fumas. Muero por conocer la toscana, solo estuve en Florencia y hace la friolera de 24 años... así que va siendo hora de volver!!!
GRacias Fabi, de verdad!!! me hace muchísima ilusión tenerte en #cocinaunasonrisa
Millones de besos
Mmmmmmmmmmmm vaya maravilla de receta....Esque dan ganas de darle un mordisquito a la pantalla del ordenador.
Besos.
Maravilloso relato!!!!! Felicidades!!!!! me ha encantado! Una ambientación genial para la receta.
Y la receta todavía más, me encanta el cous-cous.
Un relato maravilloso, que acompaña de manera fabulosa a este cous-cous tan delicioso...
Y sí, Manu tiene razón, no está bien mirar las fotos y dejar el texto, jajaja!
Un beso!
Que historia más bonita. Por un momento yo también me he visto contemplando las torres de San Gimignano. Mi tarde no acabó con una cena tan intensa como la tuya, pero no me puedo quejar.
Estupenda receta, ya veré la forma de adaptarla a mi cocina.
Mil besos.
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