viernes, 27 de septiembre de 2013

Cappellacci di zucca - Pasta rellena de calabaza

 
 
Ni hecho a propósito: Esta tarde me disponía a publicar esta entrada y me encuentro en los periódicos con las declaraciones homofóbicas del señor Guido Barilla. No suelo utilizar este blog para sermonearos a vosotros, mis sufridos lectores, con charlas políticas, ideológicas o religiosas, porque sé que no es lo que venís a buscar aquí. Y no es porque no tenga mis convicciones muy claras, sino porque desde el principio he intentado que este blog no sea un diario personal ni un reflejo exacto e inmediato de lo que se me pasa por la cabeza en un momento dado, sino un espacio tranquilo y acogedor donde refugiarme en mi pasión por la cocina, y en otra pasión, lo admito, que está cobrando aún más fuerza, que es la de la fotografía.
 
Pero no puedo publicar esta entrada sobre pasta casera y no decir que lo de este señor no tiene nombre. O sí lo tiene pero mejor no voy a decirlo aquí. Sólo diré que si mi querida Italia no es una gran potencia a nivel mundial es precisamente gracias a señores como éste (De Berlusconi mejor no hablamos): Trogloditas involucionados llenos de prejuicios pseudomorales y pseudorreligiosos que se dedican a pontificar sobre lo que es correcto. Hay ciertas personas que tienen la virtud de ensuciar vocablos aparentemente inocuos cuando los utilizan en su cháchara insustancial y tendenciosa. Es el caso del adjetivo "tradicional."
 
No creo que haga falta enumerar las barbaridades que se han cometido en todo el mundo (Y que por desgracia se siguen cometiendo) a lo largo de la historia en nombre de la tradición, en muchos casos tradiciones inventadas, aunque esa es otra cuestión.
 
Pero si pensamos en Italia, me viene a la mente una tradición profundamente arraigada en la república florentina, y de la que Girolamo Savonarola era entusiasta: Consistía en colgar a los homosexuales de las muñecas, con los brazos atados por detrás. Con esta tortura no sólo se conseguía provocarles unos dolores que no tengo redaños para imaginar, sino que además se les estigmatizaba porque, cuando alguien de un día para el otro no podía mover los brazos, todos sabían el motivo. Quizá el señor Barilla querría volver a aquellos tiempos para no perder la "tradición?" 
 
La tradición es otra cosa. Y la familia "tradicional" no es la que dice este señor, no. La familia la componen todos los seres que viven bajo un mismo techo y que se quieren, ayudan y respetan, sean del sexo que sean. Esto conlleva una gran variedad de combinaciones que puede incluir hombres, mujeres, niños, ancianos, perros perdigueros, gatos siameses, hamsters y hasta el geranio del balcón ya que nos ponemos. Está vivo y la abuela le quiere, así que no hay más que hablar.
 
Señor Guido Barilla, le desprecio por haber declarado lo que ha declarado, pero más aún por el hecho de pensarlo. Y como efecto colateral ha borrado usted de un plumazo un sinfín de buenos recuerdos vinculados a la marca que usted representa. Menos mal que pastas hay muchas. Igual que familias. Igual que tradiciones.
 
Perdonadme por el excursus, ahora vamos con la receta.
 
 
 
El nombre cappellacci es difícil de traducir al castellano. Cappello en italiano quiere decir sombrero, y la terminación "-acci" tiene una connotación despectiva. Lo más parecido que se me ocurre sería "sombrerajos" pero suena a palabro recién inventado por una servidora y no es plan. Quédense vuesas mercedes con el original que suena mucho más bonito y viene de Ferrara oiga, en el corazón de la Emilia Romaña. En el dialecto de la zona se llamaba Caplaz al típico sombrero de paja que llevaban los campesinos en el siglo XIX, de ahí el nombre de esta pasta, por la similitud con la forma de aquel sombrero.
 
La receta se la dedico a G., por un día de hace muchos años en el que paseamos por el bosque, nos hicimos confidencias, me hablaste de esta receta y comenzamos una amistad que amenaza con durar toda la vida. Desde aquí te mando un beso enorme.
 
 

Cappellacci di zucca
(Sombrerajos de calabaza)
 
Ingredientes para 4 personas:
3 huevos
350 grs de harina
50 grs de semolina
1 kg de pulpa de calabaza
200 grs de parmesano rallado
100 gs de migas de pan duro
1 yema de huevo
1 pizca de nuez moscada
Unas hojas de salvia
100 grs de mantequilla

 
 
 
 

Preparación
Para el relleno:
Lavar la calabaza y sin quitarle la cáscara, cortarla en gajos y retirar las semillas. Envolverla en aluminio y cocerla en el horno a 200º durante 20-25 minutos.
Dejarla enfriar y con la ayuda de un tenedor, triturarla junto con el parmesano, la nuez moscada y las migas de pan. Unir todo con la yema de huevo. La mezcla debe quedar espesa. Si es necesario, añadir algo más de parmesano o migas de pan. Cubrir el relleno con film y conservarlo en el frigorífico hasta el momento de rellenar los cappellacci.
Para la pasta:
Tamizar la harina y la semolina sobre la mesa de trabajo formando un volcán. Echar los huevos en el centro y empezar a mezclar de dentro hacia fuera con las manos o con un tenedor.
Amasar durante 15-20 minutos, formar una bola con la masa y dejarla reposar 3 horas en el frigorífico envuelta en film.
Estirar la masa con el rodillo hasta dejarla muy fina, casi transparente..
Cortarla en cuadrados de 5-6 cm de lado y poner una cucharada de relleno en el centro. Cerrar el cuadrado formando un triángulo y unir dos de sus extremos para formar los cappellacci. Hervirlos en abundante agua salada y saltearlos con la mantequilla y la salvia. Servir muy calientes espolvoreados con parmesano.
 
 


martes, 17 de septiembre de 2013

Tartaletas de chocolate con whisky y sal negra



Durante este verano ha cobrado fuerza en fotografía gastronómica la tendencia a presentar los platos en escenarios en blanco o negro, para contrastar con la receta presentada o para crear una atmósfera particular. Hemos podido ver muestras de ello en publicaciones como Donna Hay Magazine, Sweet Paul Magazine o Delicious.
Este es mi debut con un escenario completamente negro y debo decir que el resultado me ha encantado. Le da a las imágenes un toque misterioso y hasta melancólico que me encanta y que me parece muy apropiado para la estación que se avecina.
Creo que estas tartaletas no necesitan muchos comentarios, los ingredientes y las imágenes hablan por sí solos: Como he dicho de otras recetas en meses pasados, son un placer adulto. Son facilísimas de hacer y resultan un postre muy adecuado después de una cena con amigos. Casi pueden sustituir a la copa de después de cenar!
 
 
 
 

Tartaletas de chocolate con whisky y sal negra

 
Ingredientes
Para la pasta quebrada:
2 ½  tazas de harina
1 cucharadita de sal
1 cucharadita de azúcar
250 gramos de mantequilla fría
50-60 ml de agua helada
Para la ganache de chocolate y whisky (No “el ganache” ni “la ganaché”, por favor!!!!!)
200 grs de chocolate de cobertura
125 ml de nata líquida
60 ml de whisky
Para decorar: Sal negra de Hawai
 
 
 
Preparación
Precalentamos el horno a 180º.
Engrasamos las cavidades de un molde de 12 muffins y forramos el fondo de cada cavidad con un círculo de papel sulfurizado. Reservamos.
Preparamos la ganache: Fundimos en el microondas el chocolate rallado o cortado en trocitos pequeños junto con la nata y el whisky (Unos 3 minutos a 600W) Removemos suavemente con unas varillas para que el chocolate se funda por completo y los ingredientes se integren. Dejamos enfriar en lugar fresco (No en el frigorífico)
Ahora preparamos la masa: Procesamos la harina tamizada con la sal, el azúcar y la mantequilla hasta que obtengamos una especie de migas. Añadimos el agua poco a poco hasta que la masa esté ligada, pero sin llegar a estar húmeda. Tiene ser elástica y despegarse del procesador con facilidad.
Dejamos reposar la masa cubierta con film durante una hora en el frigorífico. Pasado ese tiempo la estiramos a 2 ó 3 mm de espesor y la cortamos en círculos de 10 cm de diámetro. Forramos con estos círculos las cavidades de nuestro molde y las rellenamos con canicas de hornear o con alubias secas.
Horneamos durante 10 minutos. Transcurrido este tiempo, sacamos del horno el molde, retiramos con cuidado las canicas de hornear y volvemos a introducir en el horno las tartaletas para que se doren (Unos 5 minutos más)
Dejamos enfriar 10 minutos dentro del molde y después las pasamos a una rejilla para que se terminen de enfriar completamente.
Rellenamos con la ganache de chocolate al whisky y dejamos en lugar fresco para que la ganache se enfríe del todo y espese. Si las preparamos con muchas horas de antelación y no nos queda más remedio que conservarlas en el frigorífico, las sacaremos 15-20 minutos antes de llevarlas a la mesa.
Antes de servir espolvorear de sal negra.
Fuente: Donna Hay Magazine número 70, “Black & White”
 
 

 
 
 
 
 
 
 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Cous cous con albóndigas de cordero y verduras



Soy una mujer de palabra: Siempre cumplo mis amenazas, por lo que, tal y como adelanté en mi anterior post, aquí está mi receta para #cocinaunasonrisa, el concurso que el gato chef ha convocado para celebrar su tercer cumpleblog y cuyas bases podéis ver aquí
Si no os apetece leer la historia, podéis ir directamente a la receta, pero como dice Manu, lo de mirar fotos en diagonal y no leerse el post no está bien  :-))))
“Miro el reloj. Son poco más de las cinco y media de la tarde. Me he duchado y me he puesto un vestido largo y fresco. Me invitaron a subir a las seis, así que me siento en el porche de casa a fumarme un cigarro mientras un sol rosa y naranja empieza a bajar al encuentro de la colina. Ha sido un día tibio y despejado de finales de verano que ya trae en el aire algo de olor a otoño.
Miro el valle, y a lo lejos se distinguen las torres de San Gimignano. Sonrío recordando que en la Edad Media la llamaban “la ciudad de las cien torres.” La imaginación era fértil y poderosa en una época en que no había tecnología ni testimonios para contradecirla: En realidad llegaron a ser setenta y dos y ahora sólo quedan quince. Las conté muchas veces en mis paseos de domingo y tuve la suerte de ver una ópera sentada a los pies de una de ellas. Pero ésa es otra historia…
Hora de subir. Llamo a la puerta, Zahira me abre con una sonrisa y entro al salón-cocina-cuarto de juegos. Los niños se abalanzan encima de mí como siempre, peleándose por tener mi atención. Khaled tiene casi 3 años, el pelo oscuro y rizado, ojos negros, pestañas infinitas, y es un pequeño torbellino. Fedua tiene 5 años y es más juiciosa, toda una señorita de pelo castaño rojizo y ojos enigmáticos que ahora, imagino, ya estarán rompiendo corazones.
Yo juego con Fedua y Khaled pero intento enterarme de lo que ocurre en una cocina donde Zahira parece multiplicarse y dividirse continuamente a lo largo de los fogones. De la olla donde está guisando cordero con verduras se desprende un olor que no es de este mundo, y ahora, mientras hierve el agua para la cuscusera, pone música y me enseña a bailar Shikat. Yo me esfuerzo en imitarla y acabo agotada, mientras ella y los niños aplauden entusiasmados.
Zahira me enseña a preparar el cous cous en todas sus etapas, es un ritual fascinante que termina mezclándole a la sémola unas cucharadas de zebda, una mantequilla marroquí de sabor muy particular y que no he vuelto a probar desde entonces. Ella me hace participar en cada fase y aunque a veces siento que el cous cous me quema las manos, aguanto para no quedar como una blandengue. Quiero ser como ella, que parece tener las manos de amianto.
Sólo falta que llegue Mustafá para que nos sentemos a cenar y yo estoy desfalleciendo con tantos olores irresistibles que inundan por completo la casa. Para hacer tiempo Zahira me enseña fotos de su boda y me promete que un día me tatuará las manos y las brazos con henna roja.




Por fin llega Mustafá y nos sentamos a cenar. Muy pacientemente él intenta enseñarme a formar bolitas con la comida igual que hacen ellos, pero por más que lo intento no consigo que no se desintegren antes de llevármelas a la boca, provocando las carcajadas de todos. Cuando ya estoy medio tapizada de comida, Mustafá y Zahira se guiñan un ojo y ella se levanta y me trae una cuchara que agradezco de manera entusiasta mientras todos seguimos riéndonos de mi torpeza occidental. Zahira le dice algo a Mustafá y los cuatro se ríen aún más: Al parecer le ha contado a Mustafá mis progresos con la danza del vientre y han decidido que soy un buen partido para el hermano de Mustafá, que en breve piensa irse a vivir a Italia como ellos.
La cena termina con un té de hierbabuena que Mustafá nos sirve en una preciosa tetera de plata. Me despido de mis anfitriones dándoles las gracias por haberme abierto las puertas de su casa y por ofrecerme ese banquete. Cuando vuelvo a mi casa ya de noche, vuelvo a sentarme en el porche y mientras me fumo otro cigarro miro el cielo negro tachonado de estrellas. Nunca había visto tantas, ni con tanta nitidez, antes de irme a vivir allí. Y nunca las he vuelto a ver. Me voy a dormir aún sonriendo después de una tarde tan especial.

Han pasado muchos años desde aquella tarde feliz. No todo fueron risas mientras viví en la Toscana, pero cuando cierro los ojos y pienso en esa época son éstos los recuerdos que me gusta revivir: Los que me llenan el corazón de paz. Y hasta hoy, siempre que preparo cous cous, aunque mi receta no se parezca ni le llegue a la de Zahira a la suela de los zapatos, siento ese sol tibio, oigo las risas de Fedua y Khaled… Y en mis labios se dibuja una gran sonrisa.

 

P.S. Aunque el tabaco forme parte de esta narración, hace diez años que no fumo. Las autoridades sanitarias y esta blogger advierten de que fumar mata. Estáis avisados.
P.P.S. Desde aquella tarde en la cocina de Zahira, nunca he vuelto a preparar cous cous a la manera tradicional. Es de las pocas cosas en las que transijo con lo precocinado.
P.P.P.S. Nunca llegué a conocer al hermano de Mustafá :-)
 
Cous cous con verduras y albóndigas de cordero
 Ingredientes
500 grs de carne de cordero picada
2 rebanadas gruesas de pan duro
50 ml de leche
1 1/2 cucharaditas de harissa
2 cebolletas medianas
500 grs de pimientos verdes
200 grs de cous cous
200 ml de caldo de verduras o de agua
Sal
AOVE
Mantequilla
Un puñado de pasas de uva
Unos cuantos piñones tostados (Según gusto personal y presupuesto)
 Preparación
Remojamos el pan en la leche y esperamos hasta que la haya absorbido por completo.
Mezclamos la carne picada con el pan remojado, la harissa y una pizca de sal. Dejamos macerar durante 1 hora en el frigorífico y formamos las albóndigas que freiremos en abundante aceite caliente hasta que estén bien doradas. Las colocamos en un plato o fuente forrado con papel de cocina y reservamos.
Cortamos las cebollas y los pimientos en juliana y los sofreímos a fuego suave para que se doren sin quemarse. Apartamos del fuego y reservamos.
Preparamos el cous cous siguiendo las instrucciones del envase. La forma de preparación puede variar ligeramente dependiendo del fabricante. En general se usa el mismo volumen de cous cous que de líquido y se prepara añadiendo el agua hirviendo a la sémola, removiendo ligeramente y dejando reposar unos 3 minutos o hasta que el líquido se haya absorbido completamente. Le añadimos unos 10 grs de mantequilla y removemos suavemente.
Para servir: Colocamos el cous cous en una fuente, a continuación las verduras, después las albóndigas y esparcimos por encima algunas pasas de uva y piñones tostados.
 
Fuente: Fabsfood
 
 

martes, 10 de septiembre de 2013

Yogur cremoso de galleta



Hoy (Debería decir ayer) ha sido un día agotador: Primer día de cole, primer día de natación… Bianca, super nerviosa por tantas novedades, se ha quedado frita temprano,  y menos mal, porque yo también me he cansado lo mío.
Por suerte todo ha ido bien, le ha gustado su nueva profe y se lo ha pasado muy bien en clase de natación. Quién tuviera de nuevo 5 años, verdad?
 
 
 
Para lo que no hace falta tener 5 años es para comerse uno de estos yogures. Probad y veréis: Se empieza haciéndolos con la excusa de que son para los peques y termina uno asaltando la nevera para robar uno con disimulo para que cierta personita no diga “Pero Mami, que son para mí!”
 
 
La “culpable” de iniciarme en el vicio de hacer yogur en casa fue mi amiga María José, cuyo blog ha sido para mí un referente desde que inicié mi andadura como food blogger. Podéis ver aquí su receta básica.
Ahora os dejo con el fruto de mis experimentos para encontrar un yogur de galleta que superara la prueba de gustarle a mi pequeña gourmet:
 
Ingredientes (Para 7 tarritos):
500 ml leche
500 ml nata
150 grs de azúcar moreno
4 cucharadas de yogur griego natural
4 cucharadas de caramelo líquido
12 galletas María pulverizadas
Preparación:
Calentamos la leche junto con la nata, el azúcar y el caramelo líquido. No es necesario que hierva, sólo lo tendremos en el fuego el tiempo necesario, removiendo constantemente  para que todo se mezcle bien y el azúcar se disuelva completamente. Cuando esto ocurra, apartamos del fuego, añadimos las galletas pulverizadas y dejamos enfriar (Esto es muy importante para preservar los fermentos del yogur que vamos a utilizar o no obtendríamos yogur sino un postre lácteo sin más)
Cuando la mezcla se haya enfriado, añadimos el yogur mezclando suavemente con unas varillas y repartimos la mezcla entre los tarritos, los introducimos en la yogurtera, la tapamos y ya sólo queda esperar 10 horas repitiendo constantemente como un mantra: “La espera merece la pena…La espera merece la pena…”
Estos yogures se conservan en el frigorífico durante 8-10 dias. Al menos en teoría. En la práctica me ha sido imposible comprobarlo!
Notas:
- Se puede hacer una versión más ligera utilizando sólo leche en lugar de nata y leche. Incluso se puede utilizar leche semidesnatada. En este caso es buena idea añadir 3-4 galletas extra para que el yogur no quede tan líquido.
- Para obtener una textura más fina, pasar la mezcla por un colador de malla fina antes de añadir el yogur.
- Es aconsejable remover bien el yogur con la cuchara antes de tomarlo. Esto unifica y mejora la textura.
 
Fuente: Fabsfood
 
 

viernes, 6 de septiembre de 2013

De Las Merindades a Córdoba, un verano en imágenes.

 
 
Me parece mentira estar diciéndole adiós a este verano que por tantas razones ha sido muy especial para mí. Por el momento tan peculiar en el que me encuentro, ha sido un verano largo como los de mi época escolar, con mucho tiempo libre que me ha permitido hacer muchísimas cosas, aunque no tantas como me hubiera gustado.
 
Ha sido también un verano de sueños realizados y de promesas cumplidas, fundamentalmente a mi hija, a quien le prometí que este verano vería huellas de dinosaurios y también que la llevaría a un lugar maravilloso donde, aunque no hay playa, tendría una piscina estupenda para bañarse en medio de un paisaje maravilloso. Juzgad vosotros mismos: Creo que cumplí mis promesas con creces. 
 
 
 
Esta casita se llama Torre Ximena, tiene una hermana mayor que se llama La Antigua y se encuentran en Tubilla de Villarcayo, cuyo nombre se debe a que pertenece a este término municipal. Originariamente el  nombre completo de la villa era el de "Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja", lo que supone el nombre más largo de una ciudad o pueblo en España.
Las Merindades no es una comarca muy conocida en España, y debería, porque es el origen mismo de Castilla. Ocupa el tercio norte de la provincia de Burgos y es una especie de encrucijada entre la propia Castilla, Cantabria y el País Vasco. De sus habitantes qué puedo decir? Será casualidad que toda la gente con la que hemos tratado sea entrañable, desde los propietarios de las casas donde nos alojamos hasta los habitantes de los lugares históricos que hemos visitado, que sin siquiera preguntarles nos contaban detalles y anécdotas que ni siquiera están señalizados junto a los monumentos, con una sencillez y un orgullo de su tierra que resultan conmovedores?
Esa situación de encrucijada a la que me refería les confiere una considerable influencia vasca, tanto en el acento como en la gastronomía, por lo que el tapeo al mejor estilo de Bilbao coexiste con las típicas morcillas de Burgos, o con la repostería pasiega que aterriza allí cada semana en el mercadillo y que a mí me ha alegrado considerablemente los desayunos :-)
 
Ahora os hablo de Tubilla, que es un pequeño caserío perteneciente, como antes os decía,  a Villarcayo al que Miguel y Verónica  han dado nueva vida restaurando o más bien reconstruyendo estas casas maravillosas, que armonizan a la perfección con el estilo arquitectónico tradicional de la zona y a cuyo interior no le falta un detalle. No vayáis a pensar que esto es publicidad encubierta, es explícita y la hago de forma completamente desinteresada. Es más, ya le he dado la información de las casas a tanta gente desde que volví que casi me arrepiento, tengo miedo de que cuando pueda volver no tengan disponibilidad de fechas porque todo el que ve las fotos se enamora de ellas. Ni os cuento el efecto que te hace verlo todo en persona.
 
Esta es la piscina donde a mi hija prácticamente le salieron escamas, sin duda para ella lo más positivo de las vacaciones. Fuera te rodea el fresquito de la montaña, pero dentro el agua está calentita y apetece quedarse horas. Todo un lujo. Como dice Verónica, esta piscina es un trocito de sur en el norte.
 

Un rincón del jardín de la casa. Como veis, las vistas son increíbles.



Esta es la iglesia de Tubilla, que de no ser por estos chicos se habría derrumbado, porque cuando ellos llegaron el techo estaba a punto de caerse. Con mucho trabajo, Miguel reconstruyó el techo con un sólido artesonado de madera, y con infinita paciencia sacó la piedra de los muros que estaba escondida debajo de capas y capas de cal.



Este es el osario de la iglesia, lleno de restos que por supuesto están sin datar ni identificar. Impone y da qué pensar, por lo menos a mí.


 
La siguiente serie de fotos está tomada detrás de las casas, a lo largo del camino que discurre junto al río Nela. 




Aquí empieza la subida a Frías, una joya de la Edad media en la que parece que se haya detenido el tiempo. El recinto del castillo se conserva bastante bien y las vistas desde sus torres y almenas quitan el aliento.











Le tengo especial cariño a la siguiente foto. Teniendo en cuenta que me olvidé la cámara en Madrid y todas las fotos de este viaje son de I pad y están sin retocar, estoy feliz de haber conseguido sacar esta telaraña con la virgen románica que se adivina al fondo.


Río Ebro - Puente de Frías
 

"Momento dinosaurio" en Salas de los Infantes



Huellas de dinosaurios. Sierra de la Demanda.


Cuevas y ermita de San Bernabé. No está permitido tomar fotos del interior, que está muy bien acondicionado para visitar en óptimas condiciones de seguridad. Sobrecoge ver el lugar donde dormían y hacían fuego "los prehistóricos", como los llama mi hija, y donde se excavaron depósitos para guardar el grano en la Edad Media. Y cabrea, cabrea muchísimo ver cómo se ha perdido la posibilidad de interpretar los dibujos primitivos trazados en los techos con piedras afiladas. Nunca sabremos qué quisieron decirnos gracias a los simpaticones que visitaban la cueva cuando aún no estaba restringido el acceso y que con sus navajas de bolsillo se dedicaron a inmortalizar su paso. La pena es que junto con sus nombres no grabasen también sus DNI's para localizarles y decirles un par de cositas. Disculpadme pero soy una energúmena intolerante a la que las navajas y los grafitis le despiertan instintos asesinos...





Bajando al ojo del río Guareña, donde el cauce desaparece entre rocas.



Castillo de Medina de Pomar, hoy sede del Museo de Las Merindades



Valdenoceda, de triste recuerdo por haber albergado una de las peores prisiones de la dictadura, conserva este torreón y la iglesia.





Y ésta fue la última foto que hice antes de volver a Madrid, me pareció muy simbólica porque es una puerta abierta, y es lo más adecuado porque tengo claro que volveré. Se me han quedado muchísimas cosas por ver. La comarca de Las Merindades es un paraíso, que espero que no se estropee por intereses comerciales.
Los que me seguís en Facebook habréis leído mi publicación de hace un mes sobre la amenaza del fracking en la zona. Por si alguno desconoce de qué se trata, básicamente consiste en inyectar en la montaña aguas residuales a gran presión para conseguir fracturar la roca y extraer gas que se usa como combustible.
Y esto lo quieren hacer en la zona donde se encuentra el mayor complejo kárstico de España y uno de los más importantes de Europa, es decir, que las montañas están llenas de oquedades y una serie de explosiones en su interior pueden producir un daño incalculable.
A nadie se le escapa que esta técnica es una barbaridad desde cualquier punto de vista: Destroza el entorno, produce temblores de tierra de alcance imprevisible (Pueden replicarse a miles de kilómetros de distancia), contamina los acuíferos produciendo envenenamiento en el agua potable, produce hundimientos de tierra (En Estados Unidos está desapareciendo un pueblo de Louisiana llamado Bayou Corner, que está siendo literalmente tragado por un agujero negro surgido después de utilizar el fracking en la zona) y por si todo esto no bastara, estudios recientes apuntan a que desde el punto de vista económico se trata de una pésima inversión incluso para quienes ostentan la explotación.
Unos días después de marcharme, se celebró en Tubilla un festival de rock contra el fracking, me dio mucha pena no poder asistir porque creo que fue increíble. Ojalá las reivindicaciones planteadas den su fruto en breve. Muchos pueblos de la comarca ya se han posicionado en contra de esta práctica. Aún falta por hacerlo Villarcayo, y espero que lo haga pronto. Ojalá se imponga la sensatez por encima de especulaciones e intereses económicos de unos pocos. Desde aquí mi humilde llamamiento en este sentido.
Si queréis saber más sobre el tema, podéis informaros aquí


De recuerdo del viaje, además de maravillosas imágenes como las que os he enseñado, me traje un regalo gastronómico de Miguel y Verónica: cebollas y pimientos de primera flor recién arrancados con los que cociné una receta que tiene historia, y con la que voy a participar en el concurso de mi querido gato. Siempre que preparo este plato me hace sonreír por la historia que tiene detrás, así que me ha parecido perfecta para #cocinaunasonrisa. De momento no digo más, os dejo la foto de estas maravillas que por suerte y a pesar del calor aguantaron muy bien el viaje hasta Madrid.
 
Para quien quiera más información sobre estas casas os dejo su web aquí, aunque tendréis que esperar un poco porque en estos días está en mantenimiento y no es posible entrar. También hay información en webs de turismo rural como ésta o esta otra, aunque las fotos por lo que he visto no están actualizadas.

Gracias chicos por habernos hecho sentir como en casa, sobre todo a Verónica que ha sido quien estuvo allí durante nuestra estancia y es una anfitriona de excepción.


Y después de unos días de descanso, me puse de nuevo en carretera para cambiar totalmente de escenario y reencontrarme con Montilla y Córdoba. A pesar de que los días que pasé allí fueron los más calurosos del verano (Al menos de mi verano) reencontrarme con mi amiga Aurora y su familia me ha hecho muy feliz. Desde aquí os mando a todos un beso enorme, y Antonio, si estás leyendo esto, ya sabes: Tira pa la caza! :-)))
 
A continuación una pequeña muestra de lo que he ido viendo en mis paseos: Un reflejo de las imágenes más turísticas pero también detalles pintorescos y algunas muestras del sentido del humor cordobés. También hay algún guiño a los platos que más me gusta saborear cuando voy allí. Aurora sabe que mis prioridades siempre son los flamenquines y el salmorejo. Ay, ese salmorejo del Quijote, qué tendrá, no lo he probado igual en ninguna otra parte. Pero este año he descubierto las alcachofas al vino de Montilla y algo tan sencillo como los candiles, que es pan tostado con pimiento verde y jamón serrano fritos. Espectacular!
Qué ganas de volver para ver los patios en Mayo, espero tener la posibilidad!




















 
 







 
 
 






 
 


 


 
 

 


 
 
 
 



 





 
Veis lo que os decía del sentido del humor? Habéis leído la anotación en lápiz bajo la placa?
 
Bueno, si habéis llegado hasta aquí os merecéis un premio por vuestra paciencia :-) 
Nos vemos la semana que viene con la receta para el concurso de Manu.
Buen fin de semana, a prepararse para la vuelta al cole!